mamás

Dolor

Un día descubres un dolor que es capaz de alterar los músculos del cuerpo, un dolor que te perfora y que es imposible de detectar con cualquier examen físico porque en realidad no existe, está tan metido, tan profundo, que nadie más que tú lo puede identificar, ese descubrimiento te cambia la vida.

Los días siguen pasando, las horas, los minutos, el tiempo, todo avanza igual y yo siento que me quedé suspendida en ese día en que te vi sonreír por última vez. Levántate, me dicen, hay que seguir, me dicen, así es la vida, me dicen, todas palabras vacías, sin ningún sentido porque eso lo tengo claro, por supuesto que voy a seguir, el tema es cómo si cada día sea un reto, cada tarde quiero llamarte y me sorprendo tomando el teléfono para marcar tu número, son segundos de felicidad, en los que creo que sigues ahí. Lo que viene después son horas de desasosiego.

Mi vida se detuvo por 30 días contados desde que ingresaste a urgencias, hasta cuando salí de tu casa, de la casa que conociste, por última vez. Esas cuatro semanas de dolor, enfermedad, tristeza, soledad y miedo, que cada noche recuerdo cuando intento conciliar el sueño. Cada vez que pienso en todo lo que hemos pasado, me parece irreal, no sé cuando voy a terminar de aceptar que sí pasó y que no puedo remediarlo, que no vas a volver jamás.

Todos los días uso algo tuyo, uno de los chales que te regalé, un par de aretes, un saco, supongo que es una forma de sentirte cerca. Eso me reconforta. En el pasillo hay una foto en la que te abrazo y tu sonríes, cada vez que pasó por ahí, me detengo, te hablo de mi día, de cómo te extraño y te acaricio. Me gusta tener esa imagen en mi cabeza, verte sonreír era un regalo que ahora nunca más voy a tener.

Casi todo fue antes de ti, cada cosa, esos objetos que antes eran inanimados, cobraron vida con tu ausencia para recordarme que que existían antes de ti. Mi vida fue antes de ti, soy lo que dejaste, y lo que no, soy lo que quisiste ser, también lo que nunca te imaginaste. Miro la mesa de centro que acompaña el juego de mesa que no recordaste cuando te lo mencioné la última vez que nos vimos en el apartamento, y me recuerda esos momentos que se iban yendo contigo.

Miro las fotos que nos tomamos pensando que eras eterna, ahora sé que no es así, sobre todo porque te fuiste y me quedé aquí lidiando con este dolor que aún no logro explicarle al mundo, ni a mí misma.

Mamita mía, eres mi todo.

Siempre fui muy cobarde para enfrentarme a las decisiones, entonces la vida se dedicó a exponerme a los dolores más intensos para que aprendiera…aprendí acerca del sino trágico que nos envuelve a la mujeres de esta familia, como un destino inmodificable del que sí o sí formo parte. No hay opción.

Hace veinte años Juan Carlos, mi hermano se fue, justo veinte años después tengo que despedir sola a César, mi otro hermano y a mi mamá ¿cómo se tramita ese dolor? ¿cómo se hace para entender que no tengo a nadie con quién recordar mi infancia porque solo quedo yo como testigo de ese pasado? todos están muertos y yo sigo aquí. Las palabras de mamá cuando me decía que de pequeña era muy linda, que amaba verme leer y jugar, todos esos momentos se fueron con ella, con ellos. Todos los días trato de recordar capítulos de mi niñez, quisiera grabarlos en algún lado para que cuando esté viejita (si llego a estarlo) pueda escucharlos o leerlos, porque siento que mi pasado se está yendo con ellos. No tendré reuniones familiares en las que nos acordemos de cómo era de niña, del apartamento en el que crecimos, de mi primer día de colegio, de cuando Juan Carlos se fue al ejército y nosotras con mamá fuimos a visitarlo al Putumayo. Tampoco de cuando César me hacía llorar y me tomaba fotos, nos reímos tantas veces de eso. No va a haber más momentos que se nutran del pasado, porque mi pasado se va con ellos.

Estoy tratando de definir este dolor, busco palabras para resignificarlo y así poder entenderlo y aprender a vivir con él. Es un dolor que me mantiene alerta y distraída, que

¿Te has preguntado cómo estoy? ¿alguien se ha preguntado cómo me siento? hoy no estoy bien, tengo miedo, miedo a la vida, a la muerte, al dolor, a la tragedia, a la enfermedad. Les tengo miedo, porque conozco cada una de las sensaciones que despiertan y lo que dejan a su paso. Ese miedo me paraliza, no logro concentrarme porque cualquier momento de tranquilidad, puede ser augurio de que algo malo va a pasar y no temo por mí, temo por lo que quiero. Alguien me dijo que yo era muy fuerte, que había pasado muchas cosas malas en mi vida y que ahí estaba, pues sí, porque no puedo darme por vencida, tengo muchas razones para seguir adelante, pero entonces ¿eso significa que la vida me tiene deparadas muchas más tragedias y dolores solo porque soy fuerte y sigo adelante? ¿Cómo saberlo? solo sé que vivo con miedo y ansiedades, no sé vivir de otra forma.

Me acostumbré al dolor permanente en el cuello, a la tensión de vivir, que se refleja en mi estado físico. No, no soy fuerte, nunca lo he sido.

No sé cómo ignorar lo que pasa, no sé cómo «seguir adelante», porque sigo viviendo, claro, pero no tengo paz, siento que en cualquier momento va a pasarnos algo muy malo, algo más doloroso, no sé cómo evitarlo.

Me gustaría que me preguntaras cómo estoy, tal vez no te diga nada, pero sería lindo escucharlo y que abras esa puerta.

Mi ritual diario incluye encender velas, tomar té en la mañana, en la tarde y en la noche, con una gotitas de pasiflora para poder dormir, tomo además mucha agua, escucho música, pienso positivo, camino, hago todo lo posible para estar tranquila, para sentirme bien, pero en días como hoy la oscuridad me invade, nada me funciona, solo puedo pensar en todo lo que hemos vivido como familia, en todo lo que se fue de un momento a otro y ya no me quedan herramientas para seguir.

Y así, todo es una montaña rusa, algunas veces bien, otras no tanto. Lo que antes me dolía, ahora me afecta más, las palabras, la indiferencia, me esfuerzo mucho para estar «bien» sea lo que sea que eso signifique, mejor dicho para ser funcional. Pero cualquier detalle me desencaja y no logro aprender a manejarlo. Escucho frases como «el tiempo te va a ayudar», «hay que darle tiempo al tiempo y bla, bla, bla,» nada me ayuda, al final quedo sola tramitando todo este dolor tan horrible que me desbarata un poquito más cada día.

Deja un comentario