Adolescencia, jóvenes, mamás

Las mamás nunca perdemos la esperanza

Ser mamá de un adolescente implica muchas cosas, cambiar paradigmas, abrir la mente pero también cerrarla cuando la situación lo amerita, obedecer los patrones pero también romperlos para mejorar la relación con nuestros hijos, creer en los milagros, pero también propiciar para que sucedan, subir y bajar por la montaña rusa de sus estados de ánimo y además permanecer con el corazón intacto y una sonrisa perfecta y cariñosa, después de mirar sus ojos y recibir sus abrazos.

Somos de todo, lo bueno y lo malo, el derecho y el contrario, y cómo no, si ellos van por la vida cambiando de opinión, construyendo su propia historia, solo que en medio de sus decisiones estamos nosotras, las mamás.

JuanSe como ya lo he escrito en otras oportunidades, es mi motor, y por eso creo que los dos hemos aprendido cada día algo más de la vida, sus variables emociones, son muy parecidas a las que yo experimenté a su edad, esos proyectos de ensueño que muchas veces son irrealizables también pasaron por mi cabeza cuando apenas empezaba a descubrir el mundo, porque si lo miro retrospectivamente, las cosas no han cambiado tanto, y todos pasamos por lo mismo, solo que cada quien asumió los retos que le planteó la vida de forma diferente.

Mientras él disfruta de esos cambios, yo los sufro, y digo que sufro porque nunca es fácil dejar que él se vaya a encontrar su camino, quisiera que no se equivocara, que nunca se cayera, y aunque es imposible, las mamás no perdemos la esperanza, y con lágrimas y lágrimas en el camino juntos vamos aprendiendo.

Pero no todo es tormentoso, vivir junto a un adolescente también es maravilloso, yo por lo menos lo he disfrutado mucho justo desde el momento en el que decidí dejar de atormentarnos la vida, porque tomé la sabia decisión de no sufrir por todo lo que él hacía o dejaba de hacer. En ese momento nuestras vidas cambiaron, ahora hablamos más, él confía más, no está a la defensiva porque sabe que no lo voy a criticar, sus razones también son válidas, si las sabe argumentar, y los dos cedemos un poco. Creo que eso nos ha hecho un poco más felices en este proceso.

Cuando le vi su primer tatuaje (sí, porque ya van varios), me dolió que no me haya contado, pero lo más difícil fue entender que se hiciera una expansión, eso todavía no lo supero, solo que ahora trato de entenderlo y pienso que algún día le va a molestar verse en el espejo con esa monstruosidad y se la va a quitar, porque las mamás nunca perdemos la esperanza.

Por estas y muchas cosas más hemos pasado juntos, muy poca gente comprende porqué no me molesto y le dejo de hablar para siempre, y yo respondo que es mi hijo y no le hace daño a nadie, además es un maravilloso ser humano, que piensa en los demás, que le preocupa la sociedad y por eso estudia Ciencias Políticas, porque piensa y cree que él puede ser un actor protagonista en el proceso de reconciliación de este país cuando se acabe la guerra.

Porque la apariencia sí importa, pero cuando el corazón es puro, no tanto. Porque soy su mamá y gracias a él nunca he perdido la esperanza.

2 comentarios en “Las mamás nunca perdemos la esperanza”

  1. Que bonito, definitivamente los hijos siempre van a ser el espejo del maravilloso ser humano que que los cría y los orienta en la vida y tu hijo no puede ser la excepción porque sin duda alguna tiene una mamá ejemplar.

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